LAS MENTIRAS DE GABRIELA
Prólogo.
Pov. Gabriela.
En este momento estoy llegando a la
comisaría en la que trabajo con Carla, mi hermana, me pregunto ¿para qué nos
habrá llamado Rubén?, mi hermana está muy intrigada, es muy gracioso que en un
cuerpo tan bajito quepa tanta impaciencia, la verdad es que ella es muy guapa,
con su melena rubia y larga y sus grandes ojos marrones, trae locos a todos los
agentes de policía que trabajan con nosotras.
Yo soy mucho más tímida que mi hermana,
aunque también es cierto que no me callo una, no tengo pelos en la lengua, y no
me dejo humillar por nada, ni por nadie. Y como iba diciendo, entrabamos a la
comisaría, nuestro jefe se llama Rubén, es un hombre de unos cuarenta y cinco
años, pelo moreno y ojos verdes, alto y muy profesional, según sé, ser policía
era su vocación y su sueño desde que era un niño.
Llegamos a su despacho, llamé a la puerta y
desde detrás de esta se escuchó una voz que suele dar miedo cuando se cabrea,
estoy atenta a su tono de voz, para pensar si debo entrar o si sería mejor
salir corriendo y cuando nos dice que pasemos se le nota tranquilo por lo que
entramos tranquilamente pero alerta por si acaso, río para mí misma cuando me
doy cuenta de que siempre que entro a este despacho lo hago con mucha tensión.
Cuando abro la puerta puedo ver la cara de
Rubén, quien no parece nada contento después de que le tuvimos esperando casi
dos horas, pero no dijo nada, supongo que porque ya estamos aquí y lo que tenía
que decirnos era muy urgente.
-
Buenas tardes Carla y Gabriela – nos dice
cuando nos sentamos en frente de su mesa de trabajo – os he hecho venir hasta
aquí porque necesito que investiguéis a estos tres sospechosos de homicidio en
primer grado – coloca tres fotos sobre la mesa frente a nosotras – no sabemos
mucho pero al parecer sus nombres son Maximiliano Castro, Federico Serie y
Mateo Jiménez, se les acusa de haber asesinado a tres chicas en una casa de la
avenida ochenta y seis colindante con la ciento cinco al norte de Virginia. Las
chicas han sido identificadas como Julia González, Laura Loren y Harriet
Lombardo.
-
De acuerdo, nos podremos con ello
inmediatamente, ¿no se sabe nada más?
-
Fueron vistos por última vez a unos
veinte kilómetros al norte del lugar del crimen. No tenemos muchos datos más a
parte de lo que os acabo de decir.
-
De acuerdo, nos ponemos a ello en este
mismo momento – recogemos toda la documentación y las placas, las cuales
siempre dejamos sobre la mesa cuando nos sentamos y nos vamos dejando a Rubén
en su despacho.
Capitulo 1.
Pov. Gabriela.
Acabábamos de salir del despacho de Rubén y nos
sentamos directamente en nuestras mesas, una frente a la otra y pegadas por el
borde frontal. Tanto Carla como yo estamos muy agradecidas con Rubén, siempre
lo hemos estado y obviamente siempre lo estaremos. El siempre cuidó de mí, de
Carla, de mis hermanas… cuando mi padre murió y quedamos a manos de nuestra
despiadada madre no nos quedó otra que superar solas nuestro dolor y cuando
nuestra madre nos dejó solas, a nuestra suerte, fue Rubén quien nos recogió. Dios,
todavía me acuerdo de sus hijos, y de lo muchísimo que odiaba a uno de ellos,
ese maldito niño me hacía la vida completamente imposible, lo único bueno es
que se fueron pronto a estudiar fuera y nosotras también por lo que hace años
que no sabía de ellos ni tampoco los veía… Siempre quise preguntarle a Rubén
por ellos, pero la verdad nunca lo hice, y sobre León tampoco es como que
quisiera saber.
Después de horas intentando encontrar algún
tipo de rastro de los sospechosos a través Internet y no encontrar
absolutamente nada, con Carla desesperada en frente mío y con mi cabeza a
puntito de estallar por el estrés lo único que se me pasó por la cabeza es que
tal vez podríamos intentar algo en plan de incógnito, un asesino en serie no
puede aguantar mucho tiempo sin atrapar a su próxima presa por lo que, sin más
que decidir ni pensar, salimos de la comisaría, fuimos a nuestra casa a
arreglarnos y salimos de fiesta, y juro que al principio fue con la intención
de vigilar y encontrar a esos desgraciados, pero la música llevó al alcohol y
el alcohol al baile, que por cierto me avergonzaba como nunca, odiaba bailar,
pero el alcohol nunca ayuda a la vergüenza. Llevábamos como dos horas en
aquella discoteca del centro de Virginia y hacía como cuarenta minutos que un
chico situado en un reservado a mi derecha no dejaba de mirarme, debería
sentirme acosada pero no lo hacía, el tipo no me miraba de esa manera que tanto
había visto en todos los violadores que había detenido en todos mis años de
carrera. Era un hombre realmente guapo y elegante, muy elegante, como si fuera
un niño rico de papá, y odio a los niños de papá, pero algo en él me atraía
completamente a caer en sus brazos. Obviamente soy muy buena con mi mirada
periférica, por eso él no se dio cuenta de que lo había descubierto. Y justo
por eso se acercó a mí, vino a hablar conmigo, y sí, tardó lo suyo en decidirse
a venir a hablar conmigo, y el tipo me era realmente conocido, no sabía de qué
lo conocía y eso me aturdía mucho, pero ¿Qué más daba? Él quería invitarme a
una copa y ni loca me negaría, era policía, iba armada hasta los dientes y mi
hermana siempre me cubriría las espaldas, por lo que no dudé ni un segundo en
aceptar esa copa.
-
Hola preciosa, soy León, llevo un rato
observándote – señaló la mesa en la que estaba con otro chico hasta hace un
momento – y no puedo aguantar más mis ganas de hablarte ¿aceptarías que te
invite a una copa? – no me lo puedo creer, esto tiene que ser una mala broma,
seguro que incluso escuché mal el nombre, con lo guapo que es ni le prestaba
atención, debe ser una maldita coincidencia que se llame como el hijo de Rubén
¿verdad? No podía ser que este bombón fuera aquel niño repelente que me hizo la
vida imposible, estaba segura que solo era una coincidencia, debía ser una mala
coincidencia. Me fui con él hasta la barra, en la que se acercó hasta mi oído y
me preguntó que quería tomar.
-
Bombay Shappire con limón
El camarero colocó ambos vasos con hielo frente
a nosotros, incluyendo la rodaja de limón y vertió dentro el líquido de la
botella de Bombay que cogió de una leja sobre su cabeza y dejó una botella de
Fanta de limón al lado de cada vaso quitando las chapas con un abridor.
Nos fuimos a sentar en los sillones del
reservado en el que él estaba hasta hace un rato con, según me dijo, su hermano
mayor, quien por cierto ya no está en el reservado, sino que está bailando con
mi hermana en medio de la pista de baile a un ritmo que un poco más y parecería
que estuvieran teniendo sexo en público. Nos sentamos en el sillón del
reservado y charlamos mientras nos acabábamos una copa tras otra.
-
Voy a besarte – dijo León de pronto
interrumpiendo nuestra entretenida conversación, aunque no hablábamos de nada
en concreto nos lo estábamos pasando muy bien.
-
¿Qué? – pregunté totalmente atónita.
-
Que voy a besarte – repitió lanzándose
sobre mis labios y dejándome saborear su boca, y la verdad es que lejos de
apartarme, pasé mis brazos por detrás de su cuello enredando mis dedos en su
pelo y profundicé el beso, pasando mi lengua entre sus dientes y comenzando una
guerra con su lengua. La mía ya se empezaba a morir de ganas por conocer todo
lo que había detrás de su hermosa sonrisa.
Después de un rato y con un gran esfuerzo por
parte de ambos nos separamos lentamente y nos quedamos sentados en el sillón,
mirándonos, solo mirándonos en uno al otro a los ojos.
Diego, el hermano de León y Carla, mi hermana,
llegaron al reservado en el que estábamos y después de varias copas más
decidimos recogernos y aunque como dije antes nosotras íbamos armadas hasta los
dientes y éramos policías los chicos insistieron en llevarnos hasta nuestra
casa – ¿nos tomamos la última dentro? – pregunté.
-
Vale, pero solo una que ya hemos bebido
bastante – dice Diego entre risas, sujetando a Carla por la cintura.
Entramos en mi casa y junto con León me fui a
la cocina a por unos cubatas mientras Diego y Carla se comían a besos sobre el
sofá. Pasé varias veces por detrás de León, rozando su espalda con mis manos,
mi codo, mi trasero… incluso noto como sufre un escalofrío por mis roces y no
tarda mucho en volver a besarme, colocando sus manos en mi cintura y
acercándome completamente a él mientras el quedaba apoyado contra la encimera –
vamos a mi cuarto –
-
¿A tu cuarto?
-
Si, no sé tú, pero yo pienso terminar con
lo que empezaste en ese maldito sofá – tiré de él hacia mi cuarto, arrastrándolo
bien pegado a mí, sin parar de besarnos ni un minuto, incluso cuando caímos
sobre la cama seguimos besándonos sin inmutarnos, simplemente sonrío sobre sus
labios. Me encanta como me besa, tan suave y a la vez tan rudo, tan salvaje,
tan “sin frenos”. Ni si quiera noté cuando se incorporó sobre la cama para
sentarse recto llevándome consigo.
Fui quitando su ropa desenfrenadamente, sin
darle tregua, no sé mucho sobre estos temas, pero me sentía completamente
ardiendo por dentro, fuego corría por mi interior, haciéndome arder hasta los
cimientos. Mi cuerpo entero era como una cerilla y su cuerpo era como la
dinamita, no creo que tenga que explicar lo que pasa cuando ambas cosas se
juntan…
Todo entre nosotros va sobre ruedas,
nuestros besos son cada vez más desesperados, se nota que nos tenemos ganas y
la cantidad de alcohol en nuestra sangre no nos ayuda en nada.
-
Gabi ¿estás segura? No quiero que mañana
te arrepientas.
-
Si – le contesté llevando mi mano derecha
a mi espalda y desabrochando con rapidez mi sujetador.
-
Estás demasiado borracha preciosa –
insistió.
-
León cállate la maldita boca y usa tu
lengua en cosas más interesantes ¡por dios! – dije restregándome sobre su muy
despierto amigo y justo ahí, lo perdió, giró conmigo, dejándome tumbada en la
cama y de una forma casi salvaje arrancó mis bragas y sus bóxer, que al día
siguiente tendrían una despedida digna, para poder hundirse en mi interior
hasta hacerme gritar, yo aún era virgen y eso dolió como él demonio cuando
entró en mi interior, León pareció darse cuenta de que me dolió porque
inmediatamente se detuvo y comenzó a besar mis labios, mis mejillas, mi cuello,
todo era lindo e incluso me olvidé del dolor, por lo que él, volvió a moverse
lentamente en mi interior, ya no dolía, al contrario, era una pasada la
cantidad de sensaciones que estaba experimentando en ese mismo momento y
entonces me pregunté ¿Por qué me negué esto por tanto tiempo?
Capítulo 2.
Pov. Gabriela.
Me sentía realmente bien esta mañana y eso no
era muy común en mí, pues solía levantarme de muy mal humor casi a diario.
Me sentía demasiado bien, mi cuerpo se sentía
cálido, como si alguien durmiera junto a mí, un cuerpo grande y musculoso que
daba mucho calor pero era algo imposible, ese no era el cuerpo de mi hermana y
salvo con ella yo no dormía con nadie, ella era la excepción que rompía la
regla, la única a la que dejaba dormir en mi cama, y solo cuando me sentía mal,
estaba enferma o cuando el pasado se empeñaba en volver a mi cabeza,
torturándome, haciéndome deprimirme.
Justamente por eso sabía que debía ser un
sueño, un sueño muy raro porque ¿para qué debería soñar yo que dormía
acompañada de un hombre?, algo a mi lado se movió e incluso acarició suavemente
mi mejilla, por lo que, fui abriendo lentamente mis ojos para ver quien estaba
intentando despertarme tan suavemente.
Cuando por fin conseguí abrir los ojos encontré
a mi hermana Carla mirándome desde arriba, inclinada sobre mi cama. No estaba
aún suficientemente despierta por lo que mi cerebro no terminaba de coordinar y
conectar totalmente por lo que simplemente me giré intentando dormir de nuevo,
acomodando mi cabeza sobre mi almohada, pero… la almohada está completamente
cálida, más de lo normal, suelo pasar muchísima calor por las noches, y eso
hace que mi almohada amanezca algo húmeda lo que hace que esté muy caliente.
Cuando pude notar que mi almohada no solo era cálida sino, que además, también
respiraba mis ojos se abrieron completamente y salté lo más lejos de la cama
que pude y no pude evitar gritar como una loca cuando me di cuenta que había un
tipo en mi cama y que además estaba desnudo, al menos la parte de su cuerpo que
no estaba cubierta por las sabanas de mi cama y menos mal, no sé qué pasó con
ese chico pero mi hermana no tenía que ver ciertas cosas, ¡gracias sabana
pudorosa!. Ese chico que hay en mi cama se despierta sobre saltado, mirando
hacia todos lados hasta que sus ojos se detienen sobre mí y al ver que todo
está bien su gesto cambia a uno de lujuria mientras me mira, no sé porque ni sé
qué hacer hasta que mi hermana me empuja hacia mi armario y saca un pijama de
mi armario dejándolo pegado sobre mi pecho y es ahí cuando me doy cuenta de que
estoy completamente desnuda.
Acababa de terminar de subirme el pantalón de
pijama, metiendo el bajo de la camiseta por dentro de estos cuando la puerta de
mi cuarto se abrió de golpe y un chico muy parecido al de mi cama se adentro en
la habitación con el bate de beisbol de mi hermana entre sus manos, ese bate se
lo regaló Rubén cuando cumplió quince años con la excusa de que los chicos eran
demasiado crueles, que si alguien se pasaba de la raya con ella le diera con el
bate en las bolas. Tan solo de recordarlo me da por reírme, y al parecer mi
hermana entendió el porqué pues sonrió ampliamente mientras me miraba.
-
¡Joder Gabriela!, cállate un poco y no
grites que me has asustado y encima esta maldita resaca me está matando – dice
gimoteando de dolor mientras dirige sus manos a ambos lados de su cabeza y la
sujeta mientras se pone en cuclillas intentando sostener el dolor de su cabeza.
Desde luego si hubiéramos estado en peligro y de él dependiera salvarnos ya
estaríamos todos muertos y la casa desvalijada.
-
¿Vosotros quienes sois? – pregunta mi
hermana bastante centrada en el hecho de que ellos no deberían estar aquí, ni
si quiera los conocemos. Pero ellos empiezan a reírse sin contestar – No es un
chiste, así que dejad de reíros – les dijo cabreada por no recibir una
respuesta sobre quienes eran ellos dos – ¿Quiénes sois?
-
Somos León y Diego – dijo el chico que
estaba en mi cama, yo estoy totalmente histérica, no tengo ni idea de que está
pasando aquí y completamente abatida por no poder recordar nada me da por
llorar desconsoladamente
-
¿Qué fue lo que pasó anoche?
– pregunté casi ahogada por el nudo en mi garganta.
-
¿Y tú qué crees? – me
contestó ese tal León con una sonrisa boba en la cara y acercándose a mí,
gracias a Dios ya vestido para intentar tranquilizarme pues estaba empezando a
hiperventilar al no acordarme de nada de lo que pasó la noche anterior. – Oye
tranquila, no te acuerdas por la borrachera que nos cogimos pero lo irás
recordando conforme se te pase la resaca, Diego y yo nos iremos ahora mismo si
queréis pero tranquilízate, no volverá a pasar nada si así lo queréis, aunque a
mí – comento León mirándome directo a los ojos – no me importaría seguir
viéndote a menudo y conocernos mejor – eso fue realmente relajante para mí, el
que ambos estuvieran dispuestos a irse sin reproches, pero sobre todo fue
tranquilizante saber que mi primera vez, aunque borracha como una cuba, fue con
alguien con la suficiente madurez como para ver que estoy mal por no recordar y
que está dispuesto a darme mi espacio hasta que yo esté lista para que volvamos
a hablar y sobre todo, con el suficiente valor para admitir que le gusto y que
quiere conocerme mejor, me gusta saber que no solo fui una noche para él.
Capítulo 3.
Pov. León.
La noche
anterior…
Estoy
en un bar con mi hermano Diego, son las dos de la madrugada y hace como una
hora y media que llegó una preciosa mujer, estoy embobado con ella desde que la
vi entrar por la puerta y ni te cuento lo que sentí cuando ella comenzó a
bailar y a mover sus caderas, no me daba tregua, tiene unos veintitrés años, es
morena y con una melena preciosa que le llega a la mitad de su espalda, lleva
su pelo liso, aunque sé de sobra que su pelo en realidad es rizado, sé
perfectamente quien es y estoy rezando a todos los santos que conozco y
desconozco para que después de tanto tiempo ella no me recuerde, porque
realmente se lo hice pasar mal de niña, pero es que ya no sabía cómo conseguir
que me prestara un poco de atención, estaba enamoradísimo de ella desde que la
conocía y para ella yo no existía.
Me
tiene completamente loco ese vestido blanco que lleva, tiene toda su espalda al
aire, aunque al llevar el pelo suelto no se le ve mucho de esta, solo se ve un
lazo en la parte baja del escote en forma de “U”, a la altura de la cintura,
justo encima de su bonito trasero. Es de tirantes y le queda perfecto, va con
otra chica, su hermana, una muchacha rubia de pelo largo hasta la cintura y ojos
marrones.
Llevo
toda la noche mirándola en la distancia, como un maldito perturbado, pero ya no
puedo aguantar más sin hablar con ella, necesito tenerla cerca, que me
embriague su olor, que seguramente seguirá siendomalditamente embriagador por
lo que, me levanto de la mesa y me dirijo hacia el lugar en el que está,
tocando su brazo suavemente e intentando no asustarla, no quiero que salga
corriendo ni tampoco que me dé uno de esos derechazos que alguna vez me llevé
de niño. Cuando se gira y me ve sonríe tan dulcemente que me hace perder hasta
la capacidad de coordinar de mi cerebro y por un momento pienso que me ha
reconocido y que se va a lanzar a mis brazos a abrazarme, pero no lo hace.
- Hola preciosa, soy León,
llevo un rato observándote – señalo la mesa en la que estaba con mi hermano
hasta hace un momento – y no puedo aguantar más mis ganas de hablarte
¿aceptarías que te invite a una copa? –
Ella
sigue sonriéndome, con su deslumbrante sonrisa, y me dice que sí, que acepta mi
copa. Vamos ambos hacia la barra y pedimos dos Bombay Shappire con limón,
cogemos las copas y nos vamos a la mesa donde estaba con mi hermano, este ya se
ha levantado para ir hasta la hermana de Gabriela, así se llama, según me ha
dicho ella, aunque ya lo sabía por supuesto. Nos sentamos en el sillón del
reservado y charlamos mientras terminamos una copa tras otra y después de
varios Bombay Shappire con limón y con unas ganas enormes de besarla de una vez
– voy a besarte – le digo interrumpiendo nuestra amena conversación.
- ¿Qué? – pregunta sorprendida.
- Que voy a besarte – repito
lanzándome de cabeza sobre sus labios y saboreando su boca, a fondo y ella,
lejos de apartarse pasa lasmanos tras mi cuello y me besa más profundamente,
pasando su lengua entre mis dientes y comenzando una guerra con la mía que
llevaba mucho tiempo muriendo de ganas por conocer todo lo que había detrás de
su hermosa sonrisa.
Al
cabo de un rato y con un gran dolor de… corazón estamos sentados en la mesa
charlando tan tranquilos cuando llega mi hermano con Carla, es bastante bella,
pero Gabriela es muchísimo más guapa, al cabo de un rato y cuatro o cinco copas
de más, decidimos irnos para nuestras casas. Acompañamos a las chicas a su casa
y cuando llegamos y nos estábamos despidiendo para irnos nos invitaron a entrar
– ¿os queréis quedar un rato y nos tomamos la última dentro? – pregunta
Gabriela.
- Vale, pero solo una que ya
hemos bebido bastante – dice Diego entre risas, sujetando a Carla por la
cintura.
Entramos
a la casa y voy con Gabriela a preparar las copas, pero ya en la cocina echando
la bebida en los vasos, pasa por detrás de mí, rozándome la espalda varias
veces y haciéndome estremecer, me da literalmente un escalofrío, y sin poder
aguantarme me giro, la cojo del brazo, la pego contra mí y la beso, ella sonríe
pegada a mis labios y se separa de mí lentamente.
- Carla – llama a su hermana
mientras va saliendo a la sala – tómate lo que quieras con Diego, en la cocina
os he dejado un par de copas preparadas, yo me voy yendo a la cama porque me
duele mucho la cabeza –
A
mí no me menciona, pero Carla y Diego están demasiado borrachos para darse
cuenta y tampoco es que estando ella sobre él en el sofá mientras se devoran a
besos vayan a prestar mucha atención a lo que nosotros digamos, Gabriela vuelve
a la cocina de nuevo, me coge de la mano y tira de mi hasta la que supongo, que
es su habitación, ya allí cierra la puerta y me besa de nuevo. Me encantan sus
labios, son tan suaves y mullidos… vamos besándonos hasta la cama y nos
tumbamos en ella, estamos uno al lado del otro pero ella se aparta de mis
labios, me empuja de espaldas sobre la cama y se sube a horcajadas sobre mí, y…
bueno, nunca había hecho esto, es decir, lo de acostarme con una chica la
primera noche de conocerla pero es que literalmente no acabo de conocerla, nos
hemos criado juntos y nunca mejor dicho porque la mayor parte de su vida vivió
en mi casa, pero es que esta chica me encanta, me trae completamente loco. Me
siento sobre la cama, gracias a mis entrenados abdominales, abrazando su
cintura contra mi pecho y pegando mi boca a sus labios, le voy quitando su ropa
poco a poco, como ella conmigo, que está tirando de mi camiseta
desesperadamente intentando sacarla por encima de mi cabeza sin mucho éxito,
por lo que levanto mis brazos dándole ese poco de libertad a la camiseta para
que ella consiga sacarla sin problemas y cuando lo consigue se va directa al
botón de mi pantalón, deshaciéndose de mis pantalones en un abrir y cerrar de
ojos. Todo entre nosotros va sobre ruedas, nuestros besos son cada vez más
desesperados, se nota que nos tenemos ganas y la cantidad de alcohol en nuestra
sangre no nos ayuda en nada.
- Gabriela ¿estás segura? No
quiero que mañana te arrepientas.
- Si – me contestó llevando
su mano derecha a su espalda y desabrochando con destreza su sujetador.
- Estás demasiado borracha preciosa
y creo que ni si quiera te has dado cuenta de quién soy, ¿no me recuerdas
verdad? – insistí, si ella al día siguiente se arrepentía podría ser mi fin,
ella me encanta desde hace siglos y sé que no querré solo una noche.
- León cállate la maldita
boca y usa tu lengua en cosas más interesantes ¡por dios!, creo que sé de sobra
quién eres, pero no quiero parar esto, no me importa el pasado ¿vale? – dijo
restregándose sobre mi centro y justo ahí, lo perdí, giré con ella, dejándola
tumbada en la cama y de una forma casi salvaje arranqué sus bragas y mi bóxer,
que al día siguiente tendrían una digna despedida, para poder hundirme en ella.
Me
enfundé el preservativo y entré lentamente en su interior, estaba demasiado estrecha,
pero eso era un auténtico placer para mí apéndice colgante pues su estrechez,
su calidez, su dulzura y sus malditos gemidos me estaban llevando contra las
cuerdas a un ritmo desmesuradamente rápido para mi gusto, no podía permitirme
llegar yo primero y menos tan rápido. Pero Gabriela llegó casi de inmediato y
gracias a eso yo me dejé llevar arrastrándola de nuevo conmigo a la vez que
prolongaba nuestro orgasmo hasta la estratosfera… Me tumbé a su lado y la miré
dormir, era tan hermosa que me tenía completamente embobado. No consigo
entender el porqué esta chica me gusta tanto, me tiene loquito por sus huesos,
es cómo una muñequita, si todo con ella es así de dulce y malditamente sexy
acabaré perdiendo la cabeza por ella.
Capitulo 4.
Pov. Gabriela.
En la actualidad…
Después
de vestirnos todos, Carla y yo acompañamos a León y Diego, al menos creo que
esos eran sus nombres, hasta la puerta. Aunque después de la borrachera de
anoche y la resaca que aún me mantiene aturdida no estoy muy segura…
Recuerdo…
- Oye preciosa, ¿estás
segura de esto? – me dice León mientras tiro de él hacia mi cuarto
- Totalmente.
- No me gustaría que mañana
te arrepintieras.
- Eso no pasará – le digo
entre besos y empujándolo para entrar en mi cuarto, llegamos hasta mi cama y lo
empujo sobre esta, me tumbo sobre él, besándonos.
Fin del recuerdo…
¡Joder!,
a partir de ahí ya no recuerdo nada, pero ese chico dice que tuvimos sexo, y
aunque yo no lo recuerdo, no puedo decir que me lo crea, y tampoco puedo decir
que sea mentira porque la mancha de sangre de mi cama indica algo, más
exactamente solo tiene un único significado porque el periodo no me ha venido
aún, así que la única opción que me queda es que ya no soy… Virgen.
No
conseguía recordar nada de la noche anterior y eso me jodía muchísimo porque yo
nunca había querido acostarme con ningún chico, no me fiaba de ellos ¿y
emborracharme? Jamás, yo no bebía más de dos copas, en una discoteca a la
segunda o tercera copa ya me sentía mareada ¿cómo pude pasarme tanto? ¿Cómo
pude acostarme con un tío que acababa de conocer y encima borracha como una
cuba?... El timbre de mi casa sonó interrumpiendo mis pensamientos y dando paso
a mi hermana en mi cuarto unos minutos después…
Pov. León.
Después
de darme cuenta de que Gabriela no recordaba lo que pasó anoche y el pánico en
sus ojos al descubrir que nos acostamos me dio la respuesta a porque era tan
estrecha, seguro que ella aún era virgen y si se mantenía pura aún era porque
para ella era algo realmente importante, lo que hacía que me sintiera realmente
decepcionado conmigo mismo.
No
debería haberle hecho caso, realmente quería golpearme la cabeza a dos manos
por no tener un poco más de cerebro, ella me hacía sentir tan bien que no pensé
en mucho más que en lo que ella me hacía sentir, y en que ella, aunque
borracha, quería estar conmigo, tendría que haberme aguantado mis ganas y
haberme esperado a que no estuviéramos tan sumamente borrachos.
Acabamos
de salir Diego y yo de su casa y me siento el tío más mierda que pisa la
tierra, ella estaba de acuerdo pero también estaba borracha, me repito una y
otra vez en mi cabeza, y… el pánico en sus ojos, ese dolor y miedo al enterarse
que nos habíamos acostado hizo que mi corazón se rompiera en mil pedazos y que
mi estómago se encogiera al tamaño de una nuez – Diego voy a volver a hablar
con Gabriela – le dije parándome en medio de la calle.
- ¿Para qué?
- Para intentar hablar con
ella, me siento como una auténtica mierda después de que ella no se acuerde de
nada y además, sus ojos… no dejo de pensar en ella y lo mal que se veía y lo
siento, pero necesito hablar con ella ahora mismo.
- Ok hermanito nos vemos en
casa ¿te parece?
Yo
solo asiento con la cabeza hacia él y corro en dirección contraria, recorriendo
de nuevo el camino hacia su casa en la mitad de tiempo. Llamo al timbre
intentando recuperar el aire y espero a que me abran.
- ¿Qué haces por aquí tan
pronto? – me preguntó Carla al abrirme la puerta.
- Necesito hablar con tu
hermana, no me gustó ver lo mal que se quedó hace rato.
- Anda pasa – me dijo ella,
haciéndose a un lado para dejarme entrar y cerrar la puerta tras de mí.
Pov. Gabriela.
- Gabi, León ha vuelto, y
quiere hablar contigo – miré a Carla sorprendida, ¿Qué quería este tipo ahora?
- Yo no quiero verlo Carla,
ni si quiera puedo acordarme de lo que pasó anoche y no me gusta no acordarme.
- Venga hermanita, ha venido
corriendo – ¿cómo sabrá mi hermana que había venido corriendo, iba sudado, tal
vez le faltaba el aire…? – desde yo que sé donde para hablar contigo, se siente
mal por lo afectada que te quedaste, no hay muchos chicos así, la mayoría se
quedarían con el polvo que echasteis anoche y pasarían de ti, sin importar lo
bien o mal que tú te hubieras quedado, incluso se habrían ido a su casa después
del sexo y este chico ha venido a verte, para poder hablar contigo y hacer que
te sientas mejor así que dime, ¿hablarás con él? – yo bufé profundamente y la
miré a la cara.
- De acuerdo, dile que pase.
Y de paso lárgate, no te quiero aquí mientras hablo con él – Carla se giró para
salir por la puerta mientras se reía y hacía gestos a León para que pasara
dentro de mi cuarto.
- A por ella campeón, es
toda tuya – le dijo dándole un golpe en el hombro cual leñador bruto.
- Carla, ¿sigues borracha o
qué? ¡lárgate! – le dije riendo mientras León llegaba y se sentaba en el sofá
que tengo en mi cuarto, donde por cierto estaba sentada con mis piernas
estiradas y mi portátil sobre estas. León se sentó junto a mí en el sofá y yo
me senté en la posición del indio para que él tuviera un poco más de espacio y
aunque se sentó un poco más cerca no se acercó demasiado, lo que me hizo sentir
bien porque se notaba que el trataba de respetar mi propio espacio personal
para no hacerme sentir mal - ¿de qué quieres hablar conmigo León?
- Pues… no me gustó como te
quedaste cuando me fui, lo siento mucho Gabriela, tal vez tendría que haber
hecho caso a lo que pensaba y haber esperado a que no estuviéramos tan
borrachos, intenté pararlo un par de veces, tal vez no lo recuerdes, pero te
prometo que fue así, solo que… en serio me gustas ¿sabes? Y la verdad es que
aunque hubiera preferido esperar a que estuviéramos en nuestros cinco sentidos
no me arrepiento de lo que pasó entre nosotros, ni mucho menos de lo que te
dije antes de irme, a mí me encantaría que siguiéramos conociéndonos, de lo
único que sí me arrepiento es de que no te acuerdes, ibas demasiado borracha pero…
fue maravilloso, espero que te acuerdes poco a poco, pero a mí no se me va a
olvidar lo maravilloso que fue para mí estar contigo y sobre todo, dormir
contigo entre mis brazos, pero ahora me siento mal, porque siento como si me
hubiera aprovechado de ti…
- Para León – lo interrumpí parando
su verborrea antes de que la locomotora que se había tragado fuera más rápido
de lo que mi cerebro pudiera asimilar – no te aprovechaste de mí, y juro por lo
más sagrado que no me siento como si hubieras abusado de mí. No te sientas así,
¿vale?, no lo recuerdo, pero que estés aquí dice mucho de ti, y… sí, sí me
gustaría poder conocerte mejor, al fin y al cabo, no recuerdo lo que conocí de
ti ayer… - el sonrió sinceramente mientras me miraba a los ojos y eso me hizo
sentir aún mejor, porque realmente se notaba que había estado preocupado por mí
y por cómo me sentía yo…
Capitulo 5.
Pov. León.
Me sentía bastante mejor después de hablar con
Gabriela sobre lo ocurrido la noche anterior, ella ya no parecía tan desubicada
como por la mañana y habíamos hablado de mil cosas, incluso aún seguíamos aquí,
sentados en el sofá de su cuarto, hablando, hablamos sobre ella, sobre mí, sus
gustos, los míos, hemos hablado de todo, menos de quien soy en realidad, y no
pienso irme de aquí sin antes decirle quien soy realmente. – Gabi, tengo que
irme ya – le dije mirando mi reloj de pulsera – pero primero necesito decirte
algo, yo soy el hijo de…
- Rubén – terminó de decir ella por mí – lo sé, León, sé quién eres,
ya lo sabía ayer cuando me invitaste a tomar una copa, y te has portado muy
bien conmigo en serio, siempre has sido un hijo de tu pobre madre conmigo,
aprovechabas cualquier escusa para hacerme sentir mal pero siempre puedes
intentar redimir tus errores conmigo – me dijo subiendo su hombro como restándole
importancia al tema. Lo que no pareció darse cuenta fue que me estaba dando una
de las mayores alegrías de mi vida.
- Prometo redimirme Gabi, pero mañana, tomando un café ¿te parece?, es
que ahora de verdad tengo que irme.
- Hecho – me dijo sonriendo – ¿en TheCharlie’scoffee?
- ¿Dónde? Creo que no he oído hablar de ese lugar Gabi.
- ¡Pues claro que no! – dijo dándose una palmada en la frente, supongo
que por su despiste – lo abrieron hace como cuatro años y tu llevas fuera desde
– se paró a pensarlo – ¿no habías vuelto a tu casa desde que te fuiste a la
universidad?
- Que te voy a decir… - dije quitándole importancia al tema – tú no
querías saber nada de mí y yo siempre he estado loquito por tus huesos, no
podía volver a casa sabiendo que corría el riesgo de que tú estuvieras ahí y
tener que sufrir tu indiferencia, como siempre.
- León, yo nunca te he sido indiferente, eras tú quien siempre me
insultaba y quien siempre me apartabas de tu lado, yo solo cumplía con lo que
siempre me pediste “aléjate de mí, me estorbas” – eso me dejó mal de nuevo,
porque tenía toda la razón, yo siempre intenté apartarla de mí porque nunca
conseguía que ella se fijara en mí, o eso pensé siempre ¿tal vez me equivocara?
- Lo sé, fui un auténtico capullo contigo pero, te compensaré cada mal
rato que te hice pasar, nos vemos mañana – le dije dirigiéndome hasta la puerta
para irme de allí.
- Espera León – me giré hacia ella para verla venir hasta mi –que te
acompaño a la puerta – esperaba que quisiera darme un beso, pero tampoco le
puedo pedir más a la vida por ahora, ella necesita su propio tiempo. Me
acompañó hasta la puerta y nos despedimos con dos besos, en las mejillas por
supuesto.
Pov. Gabriela.
Cerré la puerta después de que León se fuera de
nuevo hacia su casa. Él me había hecho la vida realmente imposible cuando
éramos pequeños, pero, parecía que había cambiado, y si, lo sé, he dicho mil
veces que no confío en los hombres, pero por algún tipo de razón desconocida
este chico no me provoca ningún tipo de desconfianza, hay algo en él que me
llama a estar cerca suyo y confiar en él. No entiendo el porqué, pero parece
que no me quedan muchas más opciones porque mi cerebro está completamente
entregado, y si, dije mi cerebro, porque donde va mi cerebro también va mi
corazón. Siempre he oído que el corazón es el que manda, y es cierto, pero mi
corazón y cerebro no dejan de estar siempre en sintonía.
León siempre me gustó, era un chico guapo que
no dejaba de llamar mi atención y aunque él me despreciaba siempre me intenté
auto convencer de que en el fondo, yo le gustaba, aunque solo fuera un poquito.
Pero siempre me despreció tanto que cuando se fue a la universidad y nunca
volvió fue una gran decepción para mí.
- Ha estado fuera del país como cinco o seis años y ahora por fin ha vuelto,
siento que por fin puede ser mío y ya no me puedo negar, le quiero papá – dije
mirando al techo de la habitación simulando que era el cielo – y aunque no
debería confiar en él, no lo perderé de nuevo porque tú me convirtieras en una
persona tan desconfiada con tus mentiras.
- Así que con León ¿no? Con el hijo de Rubén es que piensas tener tu
primera relación – preguntó mi hermana entrando en mi cuarto sin llamar.
- Pues…
- Siempre supe que él te gustaba y que te gustaba muchísimo, se te
viene notando de lejos Gabi.
- Ya sé – contesté echando mi cabeza hacia atrás sobre el respaldar
del sofá con las rodillas pegadas a mi pecho y mis manos tapando mi cara – era
tan obvio…
- Pero me lo negaste mil veces, al final llegó un punto que te lo creí
pero okey, si crees que es el indicado, adelante con ello.
- Que si, no me sigas torturando que sé que lo negué mucho, pero… no
podía decir que me gustaba, él me ignoraba siempre.
- No te ignoraba – me dijo riendo – es el típico tío que piensa que
ignorándote te darías cuenta de lo que sentía… vamos un idiota porque no somos
adivinas.
Capítulo 6.
Pov. León.
Nunca había dormido tan bien, dormir nunca ha sido una de mis
preocupaciones, siempre he dormido bien, sobre todo, cuando me fui a la
universidad y dejé de pensar que tenía a la chica más preciosa del mundo
durmiendo en el cuarto contiguo. Gabi me ponía muchísimo… siempre me puso a
cien pero siempre me negué a acercarme a ella y más de esa manera porque mi
padre me habría cortado las pelotas, siempre nos enseñaron, él y mi madre, a
verlas como hermanas, y yo nunca conseguía ver a Gabriela como una hermana, incluso
intenté olvidarla, juro que lo intenté, estuve cinco años con otra mujer pero
incluso cuando lo hacía con Chloe, que así se llama mi exnovia, veía a Gabi,
pensaba que era ella, mi pequeña princesa guerrera, ¿habrá conseguido su sueño
de ser policía para acabar con el mal del mundo? Tendría que preguntarle.
Pero ahora tengo que hablar con mi padre, y tengo que hacerle entender
que nada que él diga conseguirá que me aleje de Gabriela, no estoy dispuesto a
pasar más tiempo alejado de ella por la manía de mi padre de protegerlas
incluso de nosotros. Saco mi teléfono del bolsillo trasero de mi pantalón y
marco el número de mi padre con una idea muy clara en mi cabeza y una intención
sin vuelta atrás de dejarle claro, que esta vez, no conseguiría alejarme de
Gabi, porque ya no había posibilidad de cambiar mis sentimientos, no al menos
cómo cuando tenía quince años y tenía que acatar las reglas que mi padre
impusiera en mi casa. Contestó casi enseguida y escuché su voz al otro lado del
teléfono, hace tanto tiempo que no le veo, casi año y medio, yo no quise volver
a casa, ya sabéis el motivo porque os lo dije hace rato, y él, con su trabajo
tampoco podía viajar mucho fuera del país para verme.
-
Hola hijo, ¿Cuándo llegas a casa?
-
Ya estoy en mi casa papá, llegué ayer y, me gustaría poder hablar
contigo ¿podrías venir a mi casa o quedar conmigo en algún sitio?
-
Claro hijo, puedo ir a tu casa a la hora del café.
-
No puedo a esa hora y necesito hablar contigo de algo importante cuanto
antes.
-
¿Es grave?
-
No papá, pero es algo muy importante para mí.
-
De acuerdo León, llegaré a tu casa en una media hora más o menos.
-
Te espero aquí entonces ¡Hasta ahora, papá!
-
Nos vemos enseguida hijo.
Colgué el teléfono volviendo a guardarlo en el bolsillo del que lo
saqué. Estaba tan nervioso… ¿Por qué demonios me comían los nervios? Tengo todo
muy claro y sé de sobra lo que quiero y necesito en mi vida justo ahora.
A Gabi.
Hablar de esto con mi padre me pone los pelos de punta, no sé del todo
bien como decirle que quería algo con una de sus hijitas “adoptivas” sin que me
cortara la cabeza en el proceso y lo hiciera parecer un suicidio.
El timbre sonó sacándome rápidamente de mis pensamientos. Mi papá
estaba aquí y estaba aún más nervioso mientras iba hacia la puerta para abrir.
Casi no había terminado de abrir la puerta cuando mi padre se lanzó a
abrazarme dándome palmadas en la espalda, demasiado fuertes la verdad, pero no
me quejaría, era mi padre y no me dolían por lo que abracé su cuerpo al mío
desesperadamente, llevaba tanto sin verle… – hola papá – susurré contra su
hombro – que gusto verte, te extrañé tanto… –
-
Yo también te extrañé León ¿porqué nunca volviste hasta ahora?
-
Bien sabes el porqué papá.
-
¿Sigues aún con eso hijo? No puedes tener nada con ella, es tu hermana…
-
No papá, no es mi hermana, es la hija de unos amigos tuyos a la que
acogiste con sus hermanas cuando tu amigo murió y tu amiga las abandonó,
incluso eran adoptadas, no son mis hermanas y la quiero papá, no renunciare de
nuevo a ella por tu ceguera.
-
Pues buena suerte con ello porque ella no te va a hacer caso, le caes
muy mal desde niños.
-
He estado con ella desde anteayer que volví y hemos quedado a tomar un
café, ahora que por fin puedo estar cerca de ella sin que me tire dentelladas a
la yugular no pienso renunciar a lo que tengo con ella, antenoche fue la mejor
noche de mi vida y no voy a amargarme la vida por tu manía de tratarla como una
hija.
-
¿Has pasado la noche con ella? – me pregunta cabreado.
-
Si papá, ya te he dicho que la quiero, y bueno, una cosa llevó a la
otra…
Mi padre empezó a dar vueltas por mi salón, como León enjaulado – papá
no te metas entres nosotros por favor, necesito poder ser feliz, llevo los
últimos seis años en la misma mierda, quiero ser feliz con ella – mi padre
volvió a mirarme y vi en sus ojos que no le gustaba nada, pero no me dejaría
amedrentar por él.
-
Haz lo que quieras León, sabes que no me gusta nada esto, pero eres
mayor para tomar tus propias decisiones, solo no le hagas daño, sabes que es
como mi hija y no quiero verla sufrir, no de nuevo, y menos que sea por tu
culpa.
-
No le haré daño, eso puedes jurarlo.
-
De acuerdo, pues adelante con ello hijo.
Mi padre se fue cuando terminamos de hablar, un rato después, y ya se
iba acercando la hora de ir a recoger a Gabi a su casa.
Me di una ducha tranquilamente y me vestí. Antes de salir mandé un
mensaje a Gabi.
< Te recojo en cinco minutos en tu casa para
tomar el café que te prometí preciosa >
Estaba por subirme a mi coche cuando recibí su respuesta.
< En cinco minutos nos vemos León >
Capítulo 7.
Pov. León.
Estoy tan feliz mientras voy a recoger a Gabi y tan nervioso… ya he
aparcado, pero no consigo reunir la suficiente valentía para bajarme del coche
y llamar a la puerta. ¿Por qué demonios estoy tan nervioso? Ella no me rechazó
cuando la invité ayer a tomar un café y no es tan retorcida como para dejarme
tirado justo ahora ¿verdad?
Yo mismo me di un pescozón mentalmente por pensar en esas idioteces, yo
mejor que nadie sabía que eso no iba a pasar. Bajé mi estúpido culo de mi coche
y fui hasta la puerta para tocar el timbre y esperar a que abrieran la puerta.
Pov. Gabriela.
Cuando el timbre de mi casa sonó mis nervios se dispararon, llevaba
eligiendo entre la ropa de mi armario con mi hermana desde que habíamos
terminado de comer. Al final había decidido ponerme un pantalón corto de color
blanco, una camiseta roja de media manga, metiendo el bajo dentro de los
pantalones y unas zapatillas rojas, con cordoneras. Tras pensarlo un par de
minutos me decidí por hacerme una coleta alta en vez de dejarme el pelo suelto.
Bajé rápidamente, con mi móvil y pintalabios dentro de mi bolso, junto
con mi monedero obviamente y abrí la puerta para encontrarme de frente con un
León en vaqueros y camiseta ceñida de color blanco.
Me acerqué a saludarlo dándole dos besos en las mejillas, pero él se
quedó cómo congelado en su sitio, cómo si no se quisiera acercar.
-
¿Pasa algo León? ¿estás bien? – le pregunté algo preocupada.
Pov. León.
Estaba… completamente preciosa, me había quedado clavado en el suelo,
pero es que no conseguía dejar de mirarla, ni siquiera me acerqué a saludarla
porque no podía moverme del sitio, incluso me hacía gracia a mí mismo lo idiota
que tenía que estar pareciendo justo ahora.
-
¿Pasa algo León? ¿Estás bien? – me preguntó Gabi poniendo su mano sobre
mi brazo para llamar mi atención.
-
Sí perdona, me había quedado embobado al verte, estás muy guapa – me
acerqué a ella y besé su mejilla – ¿Nos vamos?
-
Si claro – cerró la puerta tras ella y guardó sus llaves en su mini
bolsito de cuentas.
Nos subimos a mi coche y conduje con ella guiándome a esa cafetería que
quiso ir, TheCharlie’scoffee o algo así.
Estábamos sentados en una de las mesas con un par de cafés helados
entre las manos, hacía tanto calor que un café caliente nos haría derretir
hasta los huesos.
-
¿Qué has estado haciendo todos estos años que yo he estado fuera?
-
Pues me mudé con mi hermana cuatro años después de irte, cuando terminé
la carrera de Criminología, ya sabes que siempre quise ser policía y acabar con
el mal del mundo.
-
Lo sé, eso siempre me gustó de ti.
Pov. Gabriela.
No sé si León sabría que trabajo con su padre, pero tendría que
contárselo más adelante, cuando acabara este caso, de momento no puedo hacerlo.
-
¿Y qué, estás trabajando en algún lado? – pregunté para desviar su
atención de mí y que no me preguntara a mí por mi trabajo.
-
Aún no, llegué hace dos días, estoy buscando trabajo aún.
-
Claro, entiendo, ¿Qué estudiaste al final?
-
Hice un doble grado de Derecho Penal y Psicología Forense.
-
Vaya, que bien, me encanta todo eso, ¿Por qué no hablas con tu padre?
Podrías colaborar con su equipo, como un abogado / psicólogo freelance, ósea
fuera de un tipo de departamento o bufete, por tu propia cuenta te iría muy
bien y seguro que puedes trabajar en la comisaría con tu padre.
Capítulo 8.
Pov. Gabriela.
León y yo salimos del Charlie’s y nos fuimos a
pasear por el parque al que siempre íbamos con sus padres cuando éramos niños,
habíamos caminado por algunas horas, incluso estaba empezando a anochecer,
estábamos muy cerca el uno del otro, notaba su respiración cerca de mis labios,
sus brazos me sujetaban con delicadeza por la cintura, su nariz acariciaba
lentamente la mía, y mis manos eran un par de exploradoras que ascendían
lentamente por sus brazos para llegar a entrelazarse tras su cuello. Él acercó
sus labios a los míos, besándome suavemente, devorando mis labios de una forma
lenta, sin prisas, como queriendo disfrutar del beso, de mis labios, de mí – no
te alejes de mi preciosa –
-
Si no me he movido – él comenzó a reír, su frente pegada a la mía y yo
sin entender porque se reía.
-
Me refiero a que no te alejes nunca, quiero tenerte cerca siempre.
-
Mientras no me falles, eso está hecho – y volví a besarlo, porque me
encantaba, necesitaba volver a tener sus labios en los míos, no recordaba cómo
había sido aquella noche pero me encantaría poder recordarlo o al menos
repetirlo para saber cómo fue.
Varias horas después:
Acabábamos de bajarnos del coche en la puerta
de mi casa.
-
Ha sido genial pasar la tarde contigo León, gracias por volver y por hacérmelo pasar tan
bien, me encanta que ya no seas un idiota, porque así nos podemos llevar bien
juntos.
-
Para mí ha sido maravilloso pasar tiempo contigo porque me encantas
preciosa. Y me encantaría que nos siguiéramos viendo, ¿te parece si quedamos
mañana a comer?
-
He quedado a comer con tu padre León, pero podemos quedar a cenar.
-
Vale, pues tenemos una cita para cenar – yo asentí sonriendo y nos
volvimos a besar de nuevo, un beso lento, de despedida, que decía “no quiero
irme”.
Al día siguiente…
Iba saliendo del garaje en coche para ir hacia
el lugar en el que iba a comer con Rubén, una cafetería pequeña al lado de la
comisaría. Al llegar, aparco donde suelo aparcar siempre, la misma plaza de
aparcamiento desde hace dos años que empecé a trabajar en la comisaría de
Rubén.
-
Hola pequeña – me saludó Rubén abrazándome cuando llegué a la mesa en
la que estaba sentado – quería hablar contigo sobre mi hijo.
-
¿Ya te has enterado no?
-
Sí, mi hijo me lo dijo para pedirme que no me meta entre vosotros.
-
Pero vas a hacerlo ¿verdad? Vas a intentar meterte entre León y yo.
-
Gabi, siempre habéis sido mis hijas, para mí sois hermanos y no es algo
que vea bien entre hermanos.
-
No somos hermanos Rubén, te agradezco y agradeceré siempre lo que
hiciste por mí y por mis hermanas porque realmente fuiste tú quien nos lo ha
dado todo, pero no conseguirás que vea a tu hijo como mi hermano, a Diego,
Larry e Iván los puedo llegar a ver como hermanos, pero no conseguirás que vea
así a León.
-
¿Se puede saber cómo demonios llegamos a esto cuando siempre has odiado
a mi hijo? Siempre lo evitabas, me decías que lo odiabas ¿y ahora quieres tener
una relación con él?
-
Yo siempre he querido algo con León, pero siempre me esquivaba porque
tú nos tenías prohibido acercarnos de otra manera que no fuera como hermanos.
-
Y ganas no me faltan para prohibíroslo de nuevo – comentó completamente
enojado – hace años conseguí alejaros ¿Por qué no podría hacerlo ahora también?
-
Porque somos adultos y no puedes prohibirnos estar juntos, amo mi trabajo,
pero ni echándome de la comisaría conseguirás que deje de querer a León. ¿Tanto
te cuesta entender que quiero a tu hijo? ¿tanto te cuesta aceptar nuestra
felicidad? Te lo advierto, si no dejas de meterte entre nosotros, te prometo
que te daré mi carta de dimisión, aunque tenga que volver a buscar trabajo en
otro lado o dejar de ser policía, sabes que siempre quise ser lo que soy, pero
si es necesario para que escarmientes, lo dejaré.
-
No voy a despedirte por esto Gabi, eres, junto a tu hermana la mejor agente
de mi comisaría, y tampoco te despediría por salir con mi hijo, pero eso no
quita que no me guste que estéis juntos, y aunque no me voy a seguir metiendo
en medio, tampoco lo voy a aceptar.
-
Como quieras, pero no voy a dejar a tu hijo, y espero que él tampoco me
deje a mí. Confío en él, y sabes que no confío en nadie así que… ¿Por qué será?
– me levanté de la mesa – gracias por la invitación Rubén, pero mejor me voy a
mi casa, sé que no vas a aceptar lo mío con tu hijo, así que mejor me voy, así
no tienes que pensar en que estoy saliendo con mi “hermano” – le dije
irónicamente haciendo comillas con mis dedos.
Capítulo 9.
Pov. León.
Eran como las nueve de la mañana cuando me
levanté, estaba dispuesto a hablar con mi padre y trabajar con él, pero quería
buscar más opciones de trabajo porque no pensaba buscar trabajo solo como
enchufado. Estuve toda la mañana enviando currículos a todas las comisarías
cercanas porque no quería tener que mudarme lejos de mi pequeña princesa
guerrera. Cuando llegó la hora de comer me fui a casa de mis padres, papá me
había invitado a comer y estaba deseando ver a mi madre por fin, después de
tanto tiempo. La eché tantísimo de menos…
Subí a mi coche y conduje hasta mi antigua
casa, aquella en la que crecí y, sobre todo, aquella en la que me enamoré de
alguien tan maravilloso como Gabriela. Espero que papá deje de meterse entre
Gabi y yo.
Cuando aparqué el coche, me bajé de este
cerrándolo con la llave mecánica, saqué mis viejas llaves de casa del bolsillo
de mi chaqueta y me adentré en la casa, notando inmediatamente un sabroso olor
a comida en el ambiente – ¿León? – oí que me llamaba una voz tan familiar para
mí…
-
Si mamá, soy yo.
-
¡Mí bebé! – gritó mí madre mientras salía corriendo al recibidor y se
lanzaba a mis brazos. La alcé entre mis brazos y la abracé fuertemente contra
mi pecho.
-
¡No te haces una idea de cuánto te extrañé mami! – dije besando
repetidamente su frente mientras la abrazo fuertemente.
-
Mi niño, yo también te extrañé, has hecho mucha falta en esta casa…
venga, vamos a la mesa, que tu padre no tardará en llegar con la comida, hemos
encargado el pollo asado con patatas que siempre te gustó.
Nos sentamos en la mesa para esperar a mi
padre – papá te contó lo mío con Gabi ¿verdad? – le pregunté a mi madre al ver
cómo me estaba observando desde que nos sentamos a la mesa veinte minutos
antes…
-
Sí, me lo ha contado.
-
¿Y qué te parece a ti?
-
A mí me parece bien cariño, siempre supe que había algo entre vosotros
y si Gabi y tú sois felices me parece bien.
-
Gracias mamá – dije completamente tranquilo.
-
¿De verdad vas a estar de acuerdo con tal barbaridad Julia?
-
Cariño ¿Cómo vas a oponerte? Siempre supimos que ellos se querían, lo
has sabido desde siempre, igual que yo. ¿O ya se te olvidó todo lo que pasó
entre ellos cuando los llevábamos al parque con Pablo?
-
Julia, siempre he pretendido olvidar eso…
-
¿A qué os referís? – intervine en la conversación de mis padres.
-
A todas las veces que os pillamos escondidos jugando a los besitos –
comentó mi madre riéndose.
-
¿En serio? Yo no recuerdo eso.
-
Bueno teníais unos siete u ocho años, no es tan raro que no lo recuerdes,
pero… creo que Gabi nunca lo olvidó.
-
¿Cómo lo sabes?
-
Vino a verme ayer a la hora de la comida.
-
Pero si fue a comer con papá.
-
En realidad, se peleó con tu padre y vino a hablar conmigo, para que yo
la apoyara y que tu padre parece negado a hacerlo – yo miré a mi padre a la
cara y él agachó la cabeza, avergonzado por su pelea con ella.
Pov. Gabriela.
La tarde anterior
Me subí a mi coche muy cabreada dispuesta a
irme a casa, pero un último intento por lograr que Rubén aceptara lo mío con
León me llevó a conducir hasta su casa, esa en la que viví hasta hace un par de
años para hablar con Julia, la mujer que me crió y me dio tanto amor de madre
que la mía jamás me dio.
Aparqué el coche en su puerta y fui
rápidamente hacia la casa para llamar al timbre, tenía mi propia llave, pero no
la traía encima, cuando la puerta se abrió y vi su familiar figura casi me
vengo abajo, esta mujer me trató como si fuera su hija biológica, y yo la estoy
traicionando, a ella y su confianza en mí enamorándome de su hijo.
-
Hola cariño – me saludó abrazándome.
-
Hola Julia – dije con voz algo entrecortada y un nudo en mi garganta.
-
¿Qué haces aquí? Pensé que ibas a comer con Rubén.
-
Tu lo has dicho ¡iba! Tu marido se niega a entender mi decisión.
-
¿Qué ha pasado? ¿Qué decisión no quiere aceptar que tomes? – me
arrastró de la mano hasta el salón para sentarnos - ¿Qué ha hecho mi marido
ahora?
-
Yo… estoy saliendo con tu hijo.
-
¿Con León? – yo solo asentí – ya estabais tardando cariño.
-
¿Cómo? – pregunté levantando la cabeza de mis manos a su rostro.
-
Gabi siempre lo hemos sabido, sois tal para cual.
-
¿Entonces no te parece mal?
-
No cariño, yo os apoyo, aunque mi tonto marido no lo haga.
Capítulo 10.
Pov. Gabriela.
-
¿Quieres quedar a cenar hoy? – le pregunté en cuanto descolgó la
llamada.
-
Hola a ti también – me contestó riendo - ¿No habíamos quedado mañana a
cenar?
-
Sí, pero podríamos adelantarlo a esta noche, si quieres digo.
-
Yo encantado de estar contigo preciosa. ¿Te parece si te recojo a las
ocho y media?
-
¿Mejor a las ocho?
-
Hecho, a las ocho me tendrás allí y ya vamos a donde quieras cenar.
-
Hasta luego bombón – le dije antes de colgar.
Pov. León.
Cuando Gabi colgó la llamada me quedé con una
sonrisa boba en la cara, cruzando los brazos mientras acerco mi teléfono a mis
labios.
-
¿En qué estarás pensando con esa cara de bobo que cargas?
-
No importa, mejor dime, ¿Dónde vas hermanito? – le pregunté a Diego.
El sonrió como idiota – he quedado con Carla.
-
Vaya, esto va viento en popa ¿no?
-
Sí, Carla es, sencillamente perfecta.
-
Papá no va a estar de acuerdo, lo sabes ¿verdad?
-
Papá va a sacar canas verdes en su cabeza – me dijo riendo – pero no
renunciaré a ella, igual que tú no deberías renunciar ahora que Gabi por fin te
hace caso.
-
Vete anda, yo no voy a dejarla, nunca y menos porque papá se oponga a
nuestra relación.
-
¡Ese es mi hermano! Me tengo que ir ya, hasta luego hermanito.
Pov. Gabriela.
-
Hola preciosa – me saludó León tomándome por la cintura y acercándome a
su cuerpo.
-
Hola – dije justo antes de pegar mis labios a los suyos y besarlo de
nuevo, entrelazando mis manos tras su cuello – ¿Dónde vamos a ir a cenar?
-
A mi casa, Diego está con tu hermana así que mi casa está solo para
nosotros, podemos cenar más tranquilamente que en cualquier restaurante.
-
De acuerdo pues vámonos para tu casa entonces, porque me muero de
hambre – dije dándole un par de besos más en los labios antes de irnos hacia su
coche.
Quince minutos más tarde…
Entramos a la casa de León en cuanto él abrió
la puerta, dejándome pasar a mí primero. Había velas aromáticas encendidas
sobre una mesa, las luces eran bajas y había un aroma a coco en el ambiente que
embriagaba – te ha quedado muy bonito León – dije girándome a mirarlo.
-
Yo… - no le dejé terminar, me lancé a sus brazos y lo besé – Gabi –
dijo interrumpiendo nuestro beso, pero sin separar nuestros cuerpos, mis labios
se quedaron fríos al perder el calor de los suyos – yo no he preparado esto –
eso me extrañó.
-
¿Entonces quién fue? ¿tu hermano va a cenar aquí con mi hermana?
-
Que yo sepa cenaban fuera.
-
Fui yo – dijo una voz dulce, al girar hacia la voz encontramos a Julia,
la mamá de León, una señora morena de unos cuarenta años, pelo largo, marrón
oscuro y rizado, y una estatura de metro sesenta y poco.
-
¿Mamá? – León estaba tan sorprendido como yo - ¿Porqué preparaste todo
esto?
-
Pues te lo iba a decir para que tuvieras una cenita romántica con Gabi,
pero cuando vine ya no estabas así que – levantó su mano derecha en la que
tenía unas llaves – entré y lo preparé todo.
-
¿Y si hubiera ido a cenar a algún otro lado?
-
Lo habría vuelto a preparar otro día – dijo riéndose – vi la cena León,
la dejaste preparada en el horno antes de irte, por cierto no la he puesto a
calentar para que no se enfríe, calentarla vosotros cuando os vayáis a sentar a
cenar. Adiós – nos dijo saliendo rápidamente por la puerta, no sin antes darnos
un beso en nuestras mejillas.
-
Tu madre es genial León –
-
Si, es la mejor madre de todas ¿quieres que pongamos ya la cena a
calentar? –
-
Mejor dentro de un rato – le dije lanzándome sobre sus labios de nuevo
– prefiero pasar primero por el postre.
-
¿Seguro?
-
Sí, estoy completamente segura de ello, y además hoy no estoy borracha.
-
Eso es lo mejor de todo – me dijo sonriendo sobre mis labios – que
luego no te vas a olvidar de nada.
Capítulo 11.
Pov. León.
Cogí a Gabi por su trasero y la levanté sobre mi cintura, con ella enredando sus piernas alrededor de esta. Giré con ella en mis brazos y me dirigí con ella hacia mi cuarto. Tumbé su cuerpo lentamente sobre el colchón de mi enorme cama, tumbándome sobre ella intentando no aplastarla - ¿Por qué eres tan guapa? – le pregunté mientras iba dejando un camino de besos descendente por su cuello, una tortura lentamente maravillosa, su olor me embriagaba, siempre quería estar cerca de ella, sobre todo de esa pequeña parte escondida detrás de su oreja en la que se almacena ese maravilloso olor que ella desprendía a todas horas.
Noté como Gabi empezó a tirar de mi camisa hacia arriba intentando sacarla por mi cabeza, así que levanté los brazos para que le fuera más fácil.
Pov. Gabriela.
Me encantaba tener a León tan cerca, sobre mi cuerpo, acariciando cada parte de mi cuerpo, escuchando a mi cuerpo, lo que mi cuerpo necesitaba, insistiendo con sus caricias cuando escuchaba que eso me gustaba, y vaya si escuchaba bien este chico porque iba por el mejor camino posible. La ropa me estorbaba, la suya y la mía, por lo que tiré de su camiseta hasta conseguir alejarla de su cuerpo y tirarla bien lejos, bajé las manos seguidamente hacia sus pantalones para desabrochar el maldito botón que separaba su piel de la mía. Mi camiseta ya había pasado a mejor vida y mis pantalones habían desaparecido del mapa nada más caer en la cama, yo ya estaba en ropa interior y sus manos calentaban todo mi cuerpo, mis hormonas estaban a tope y estaba desesperada por deshacerme de todas nuestras prendas de ropa.
La temperatura subía a un ritmo desenfrenado entre nosotros, nuestros cuerpos pidieron más y nos escuchamos el uno al otro. Conseguí, por fin, desaparecer los pantalones de León de mi vista, lo que hizo que cuando volvió a estar sobre mí, su piel tocará la mía, su pecho junto al mío, su piel caliente calentando la mía que había quedado fría cuando él se apartó para quitarse los pantalones.
Se colocó el preservativo que había sacado segundos antes del cajón de la mesilla y entró lentamente en mi interior, pensé que dolería, total era la segunda vez, no es como que lo hiciera a todas horas, el caso es que no había ningún dolor en este momento, todo lo que había era placer, muchísimo placer, estaba encantada justo ahora.
- Te quiero - me susurró León al oído.
Un rato después...
-¿Cenamos? - me pregunta león mientras me abraza contra su cuerpo y besa mi frente.
- Si por favor, me muero de hambre - contesto caminando hacia la cocina.
SOLO DISPONIBLE EN WATTPAD. TAMBIÉN ACTUALIZARÉ POR AQUÍ.
https://www.wattpad.com/user/Virginia-Fernandez
Comentarios
Publicar un comentario